miércoles, 9 de febrero de 2011

Parte Primera- Del otro lado...

Si hubiera querido suicidarme, ahora sería un buen momento. Peleada con el novio, estresada por el trabajo, agobiada por la existencia y los habitantes del mundo humano. Sí, en qué tan poca agua me ahogo. Soy de aquellas niñas malcriadas que hacen berrinche por no tener lo que quieren cuando quieren y como lo quieren. Así soy yo. Tonta. Caprichosa. Egoísta. Histriónica. Hidropónica. Tachen eso último, me acordé de las lechugas.

Me llamo Bernarda. Llevo apenas 4 meses viviendo en la gran ciudad y ya estoy enferma de su cáncer incurable, ese cáncer que corroe a sus habitantes todos los días de sus miserables vidas. Soledad. Qué terrible persona soy, hablando mal de ellos como si yo no fuera igual. Volteo y miro el reloj. Ya salgo tarde a trabajar. Suelto las tijeras de costura. Temprano como es, pero con el tráfico y demás es casi seguro que llegue tarde aunque intente salir una hora antes. Me pongo las zapatillas, agarro la bufanda y me la pongo al cuello como puedo mientras intento cerrar la puerta y enfundarme en el abrigo al mismo tiempo.

Desde el pasillo puedo escuchar una inusitada algarabía en el departamento de enfrente. ¿Qué le pasa esta mañana a mi vecina, que parece que se despierta con gran estrépito? Cruzo el pasillo y al bajar el primer escalón miro de reojo que alguien sale de la puerta dichosa. No es el mismo rostro de siempre.

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